El otro día leí un nuevo término que me llamó mucho la atención. Se trata de ciberpeatones.
Un ciberpeatón es una persona que camina por las calles de cualquier población al mismo tiempo que está atenta a su teléfono celular, el que regularmente lleva en la mano.
Puede ser, por ejemplo, para llamar, para mandar mensajes, para escoger (y escuchar) música, para hacer una consulta o simplemente para ver la hora. La mayoría de estas acciones, además, con audífonos incluidos.
La cuestión era cómo esa modalidad de viandantes interactuaban (o no) con el mundo. Y, a su vez, cómo estas prácticas ponían en peligro la vida de los propios ciberpeatones, del resto de los peatones y de los conductores.
Pero, si lo ampliamos, podemos entonces hallarnos con los ciberconductores, ésos que no sueltan el teléfono durante todo el camino aunque manejen por una vía de alta velocidad o que continuamente, mientras están tras el volante, revisan una y otra vez estos aparatos de comunicación.
Sin embargo, debemos reconocer que la mayoría de las personas ni somos buenos peatones ni buenos conductores, ahora menos si nos ponen en una de las manos un celular.
Y esto no es nuevo, en realidad. Antes eran los musicopeatones (aquéllos que usaban su walkman o cualquier otro dispositivo para escuchar música, gracias a los audífonos, y con un volumen bastante considerable).
El problema que percibo no es el uso de nuestros teléfonos en diferentes situaciones o momentos del día, sino cómo ello interfiere con nuestra interacción con el resto del mundo.
Y no, no me refiero (en este caso) a las comidas familiares donde cada quien sólo atiende su teléfono ni a ir al cine y platicarle a alguien, vía mensajes de texto, toda la película. No. Me refiero a algo más práctico como nuestra seguridad.
Pareciera que no nos importa no darnos cuenta quiénes nos rodean, los automóviles que pasan, quiénes se nos acercan… los sentidos se hicieron para usarlos a nuestro favor.
Un ejemplo de lo que aquí escribo lo vi hace unos días. Cerca de las dos de la madrugada, por una calle muy poco transitada, una joven caminaba sola y lo único que hacía era tener la vista fija en su teléfono. Lo hizo por lo menos por media cuadra, que fue el tiempo que la vi.
Y en automático pensé: esta chica es un blanco fácil para cualquier maleante. Y lo es también de un accidente en la propia acera o al cruzar la calle. Claro, en este caso es una especulación, pues no sé qué tan importante era aquello que veía en su celular. Pero muchísimos de estos comportamientos del ciberpeatón no son más que de esparcimiento.
Somos libres de usar nuestros dispositivos como y donde nos dé la gana. Pero no entiendo que lo hagamos a costa de nuestra seguridad y la de nuestras familias.
Créditos ntrzacatecas.
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